La influencia del entorno en la obra de un artista ha sido y continuará siendo una característica intrínseca de muchas de sus obras, especialmente cuando se trata de la pintura contemporánea.

Esta es la razón de la presencia de obras relacionadas con la tauromaquia en el universo pictórico de Gloria Ferrer, una pintora cuya vida ha transcurrido principalmente en Pamplona, ciudad conocida universalmente por sus fiestas de San Fermín, y por la Feria del Toro, que se celebra cada año en esas fechas (del 6 al 14 de julio) y que tiene como espectacular y distintivo emblema el encierro, una carrera donde hombres y mujeres acompañan a los toros desde el corral donde pernoctan hasta la plaza de toros, y que cada año es retransmitido en directo y seguido por millones de personas en todo el mundo.

A diferencia de otros pintores, la obra taurina de Gloria Ferrer tiene dos elementos característicos: 1) El Punto de Vista. La pintora muestra la escena desde los ojos del toro, y 2) El miedo. El torero que pinta Gloria Ferrer no es un torero triunfador ni prepotente, es un torero que tiene miedo. Miedo al toro, miedo al fracaso, a los pitidos o al silencio. Sin renunciar a la belleza de los brillos, luces y colores de la Fiesta, la pintora no aborda el triunfo del hombre sobre el animal, sino que nos muestra el lado más frágil del toreo.

En esta obra podemos ver reunidas todas estas cualidades en una escena que representa una mala faena en la plaza de toros de Pamplona (La tercera más grande del mundo). Las figuras se desesperan en las tablas del ruedo, invitándonos a pensar que algo va mal: el toro es demasiado bravo y lejos de rendirse, presenta toda su nobleza y coraje para desesperación de los diestros.